La cuasi omnipresencia de los dispositivos móviles ha permeado, como era de esperarse, el ambiente académico. Cada vez es más frecuente el uso de los teléfonos y tabletas en todo tipo de espacio social: a la hora de las comidas, en las fiestas, en los servicios religiosos, y obviamente en el aula de clase.
En la red abundan los vídeos de docentes que cansados de la falta de atención de sus estudiantes por estar pendientes de su móvil deciden destruir el dispositivo en cuestión, usualmente pasando del rol de formador al cuestionable papel de vándalo que se ha dejado llevar por la frustración causada por la arrolladora presencia de estos aparatos en el sagrado recinto del conocimiento.
Así, el propósito del M-learning es convertir al dispositivo móvil en un aliado en el aula; dejar atrás el concepto de enemigo distractor para transformarlo en herramienta de aprendizaje y participación.