Con este lema: "Marcha por la vida, porque la vida es sagrada", el domingo 8 de marzo, los colombianos, en más de 60 ciudades, marcharon por la vida, iniciativa del exalcalde de Bogotá, Antanas Mockus. "Tenemos que aprender a resolver nuestros problemas sin jugar la carta de la muerte. La vida tiene que ser en respetada en cualquier contexto y, en especial, en el hogar".
Compartimos la entrevista realizada por Marisol Gómez Giraldo, Editora de El Tiempo.
¿Por qué la marcha del próximo domingo?
Porque debe haber una transición emocional. Ahora que los acuerdos de La Habana están avanzados, tenemos que pensar en disminuir los odios para que no reviva la venganza y, en el peor de los mundos, el conflicto. Es muy exigente, por ejemplo, saber que uno va a estar cerca de alguien que mató una persona querida.
La marcha está atada al proceso de paz…
En la mesa de La Habana han avanzado y aquí necesitamos hacer un proceso más humano. Los prejuicios nos impiden comprender que el otro también sufrió. La guerra está llena de mentiras, y parte del proceso de paz es el sinceramiento. Es decir: ahora que usted me reconoce tal cosa, yo admito que cometí tal barbaridad.
¿Y cuál cree que ha sido la mentira más grande de la guerra en Colombia?
Decir tú empezaste y yo seguí, y vino la escalada. El logro máximo es que la gente se mate menos.
¿Cree que es posible salir del círculo vicioso del tú empezaste y yo seguí?
Se trata de ver que la vida nos une y que por la vida somos capaces de marchar juntos, así nos definamos como enemigos, porque Colombia está procesando un gran acuerdo de paz. Es una marcha para que nos curemos del odio.
¿De alguna forma prepara el terreno para cuando llegue la hora de refrendar los acuerdos de La Habana?
Sí. El ideal es que haya justicia rigurosa contra todos los perpetradores de crímenes de lesa humanidad, que se pueda resarcir el daño y uno lo entiende. Mi padre murió en un accidente de avión, duró 15 días perdido y eso nos iba enloqueciendo. Imagínese lo que es esperar años para saber si una persona está viva o muerta. Pero hay que buscar un entendimiento en el que la norma básica sea no matar.
¿A qué atribuye la violencia entre los colombianos?
A que se siente poca vergüenza. En Japón, por cada homicidio hay 24 suicidios, y en Colombia, por un suicidio hay 6 homicidios. En algunas sociedades, si algo no funciona cada uno se echa la culpa a sí mismo.
Y aquí le echamos la culpa al otro...
Exacto. Si acaso se siente culpa, se siente poca vergüenza. Claro, en sociedades como la japonesa la vergüenza se lleva al extremo.
Usted fue muy exitoso con sus campañas de cultura ciudadana, ¿qué espera de la marcha del domingo?
Hay una frase que dice que la cultura crece cuando se reparte. No es como la economía, en la que alguno pierde cuando se le da a otro. Soy un profesional del pesimismo, pero guardo esperanzas que a veces no confieso. Esta marcha, en magnitud, debe ser comparable a la que hubo en febrero del 2008 (fue de millones, pero contra las Farc).
¿Qué les dice a los críticos?
Que razones para no hacer la paz hay muchas, y para llenarnos de odio, también. Pero no hay razones suficientes para aplazar infinitamente un proceso de paz. Dados los avances no hay razones para decir que se prefiere la derrota militar, la gente debe comprender que lo más importante es proteger la vida.
¿Y a personas como el senador Uribe o al procurador Ordóñez, que parecen tener una visión restringida del perdón?
Los invito a hacer un paréntesis. Hace seis años creímos que era necesario hacer una protesta contra las Farc, le dimos la razón a un sector más partidario del tratamiento militar y eso dio sus frutos. Pero cuando se trata de resolver un problema la sociedad busca opciones, y Santos consideró que el país estaba maduro para un proceso de paz, contra el escepticismo de muchos, incluido yo.
¿Incluido usted?
Sí, yo no habría hecho la paz tan rápido, aunque mi tratamiento no habría sido el de Uribe.
¿Y qué piensa hoy?
Que hay que construir un consenso en torno a la vida. Para la sociedad contemporánea casi nada es sagrado y hay que decir: para los colombianos la vida es sagrada. Donde matan a 35 por cada 100.000 habitantes hay una enfermedad de autodestrucción.
MARISOL GÓMEZ GIRALDO
Editora de EL TIEMPO
En Twitter: @MarisolGmezG